Estamos en una zona fronteriza, la denominación de la Raya, nos encaja por ser el límite de la nada, por definir con ello que estamos alejados de todo y de todos, que no estamos camino a ninguna parte, a Bogajo hay que venir «exprofeso», con toda la intención. Históricamente tenemos la huella de las sucesivas invasiones e intentos de que perteneciéramos a uno u a otro territorio, de lo cual todavía tenemos las consecuencias.
- Territorialmente: ni somos una comarca, ni de ninguna de las tres que nos rodean (la de Vitigudino, la del Abadengo y el Campo Charro, cuyas «capitales» son Vitigudino, Lumbrales y La Fuente de San Esteban)
- Educativamente: Bogajo tiene un aula que depende del colegio de Villavieja de Yeltes, tenemos por lo tanto 2 sedes distintas, oficialmente La Fuente de San Esteban y a nivel práctico Vitigudino, ya que nuestros niños van allí a continuar estudiando después de pasar por Villavieja.
- Eclesiasticamente: pertenecemos a la diócesis de Ciudad Rodrigo, cuando ya Yecla de Yeltes o Gema (a 8 km) pertenecen a la de Salamanca.
- Administrativamente: En algunos casos tenemos que recurrir a Vitigudino, en el resto a Lumbrales, cuando no a Ciudad Rodrigo (servicio Veterinario por ejemplo).
- Sanitariamente: nuestro Centro de Salud es el de Villavieja, del que recibimos las visitas estipuladas de los técnicos sanitarios.
Después de ponernos en antecedentes y de hacer todo este listado de incongruencias, que no nos permite sentirnos comarca con nadie por ser frontera de nadie, retomamos el tema de la invasión, la razón de ser este artículo.

Encina de Bogajo en flor
Las gentes de esta zona, cual notables castellanos, siempre faltos de la lucha suficiente para reclamar lo que nos pertenece, nos dejamos invadir, y en este caso nos invaden «los serranos» con sus abejas.
Nos dejan las enfermedades que nuestras abejas (endémicas de esta zona) no saben enfrentar, razón por la cual las colmenas que tradicionalmente todo el mundo tenía, ya no pueden sobrevivir, nos dejan las malas prácticas para el manejo de los apiarios, en los que no se mantiene ninguna consideración de bienestar animal, sino que prima «el cuanto más mejor», y no sería esto lo peor, sino que además hacen pasar «hambre» a las abejas de la zona (incluidas las pocas que se mantienen salvajes)por la masiva cantidad de ellas que traen.
Hasta aquí podría considerarse una simple pataleta de alguien que tiene el interés en mantener abejas para vivir de esos ingresos, pero llevándolo a una reflexión más profunda, me pregunto si no es otra vez una invasión nueva, en toda regla.
El poderoso, invade a las gentes del pueblo sin dejar ningún beneficio, y simplemente porque a ellos les hace falta, saquean, aprovechan, usan y luego desaparecen, como hacían los poderosos cuando se acercaban a las pequeñas poblaciones como Bogajo, a llevarse todo lo que quisieran sin dar siquiera las gracias.
Los industriales apicultores de la zona de Valero, no tienen ya donde colocar a sus abejas, no digo ya dentro de la Sierra, sino en 400 km a la redonda, aprovechan pues cualquier espacio libre y sin aduana en el que puedan hacer a su antojo.
Una vez más, buscamos no que las patatas sean buenas, sino que sean muchas, sabiendo de antemano que lo barato termina saliendo muy caro porque habrá que tirar la mitad, pero sin hacer nada para cambiar la situación.
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